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Programación de capacitaciones

La Dirección de Empresas o la lucha permanente por el equilibrio: ¿No es esto la vida misma?

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(*) Alfonso Vargas Sánchez

El conocimiento, la innovación, la estrategia y el liderazgo son elementos que garantizan el éxito en la gestión humanista de la empresa del siglo XXI.

El equilibrio en medio de una sociedad de contradicciones será el argumento fundamental de las empresas y sus directivos, que reconocerán la exigencia legítima de responsabilidades éticas planteadas por la sociedad.

En una sociedad marcada por la aceleración del cambio y de la complejidad, las organizaciones necesitan ser dirigidas en concordancia con los nuevos retos que esta situación les plantea.

En este marco, entendemos que la tarea de pilotaje de las empresas ha de fundamentarse en tres pilares básicos: el sentido del equilibrio, el pensamiento estratégico y sistémico y la competencia para identificar y gestionar los recursos y capacidades realmente estratégicos, con relación a esos nuevos desafíos a los que ha de dar respuesta. Esto por considerar que el management contemporáneo puede ser definido como la capacidad de gestionar la paradoja y la diversidad hasta alcanzar una situación de equilibrio satisfactoria.

El manager ha de ser capaz de manejar lo aparentemente contradictorio y lo diverso, más que decidir sobre dilemas, tiene que procurar equilibrios entre fuerzas que pueden parecer en conflicto. Para ello, el dominio del pensamiento estratégico y sistémico resulta esencial: el primero para situar los problemas en la dimensión temporal adecuada, con una visión de futuro, de largo alcance; y el segundo para proporcionar esa perspectiva holística, integradora, globalizadora tan necesaria para abordar correctamente dichos problemas.

El buen manager:

  • Ha de tener decisión, coraje, valentía para tomar determinadas decisiones, sobre todo cuando éstas son de carácter estratégico; pero esa valentía es, precisamente, el punto de equilibrio entre la cobardía y la temeridad;
  • Ha de plantear objetivos retadores, sin caer en la utopía ni en la autocomplacencia, pero a la vez realista; y el realismo no es otra cosa que el punto de equilibrio entre el pesimismo y el optimismo;
  • Ha de ser un líder emprendedor, pero también un buen administrador de los recursos que le son confiados.

El management, en definitiva requiere del justo equilibrio entre técnica y creatividad (de cualidades adquiridas e innatas), pues de lo contrario, la concentración en la técnica nos conduciría a la impotencia.

El control es uno de los grandes retos actuales, que hay que afrontar de forma repetida, cada vez que cambia el entorno.

Junto a la gestión de lo aparentemente contradictorio nos encontramos con otro fenómeno que merece ser especialmente destacado: la gestión de lo diverso. La capacidad de integrar culturas diferentes (en los procesos de concentración, en las empresas multinacionales), tecnologías diferentes (informática y telecomunicaciones, telefonía e Internet, comunicación y entretenimiento...) etc., son dos de los grandes desafíos de la economía y la sociedad contemporáneas.

Sólo la capacidad de pensar estratégicamente, que de forma intrínseca incorpora el enfoque sistémico en el abordaje de una realidad compleja, nos puede permitir entender que determinadas decisiones que ha de tomar el gestor de empresas no se plantean en términos de dilemas sino desequilibrios a alcanzar.

La estrategia debe ser concebida como la herramienta con la que cuenta el gestor de empresas para crear y moldear su propio futuro, con una actitud anticipadora y comprensiva de la diversidad, que permite situar la toma de decisiones en el tiempo y en el espacio, así como en el contexto del sistema al que pertenece, sobre el que influye, pero sabiendo que también se ve influido por él.

El management del siglo XXI va a girar sobre tres ejes fundamentales:

  1. El conocimiento acumulado en la organización, la capacidad de aprendizaje, los aspectos culturales, la persona, en definitiva, como foco o centro de la gestión directiva. No hay duda que si la empresa conociera (y aprovechara) todo lo que sabe, además de averiguar lo que no sabe, multiplicaría su valor.
  2. La innovación como fuente primordial de ventajas competitivas. Podría decirse que la calidad se ha convertido en un adjetivo, mientras que la innovación pasa a ser el verdadero sustantivo. En consecuencia, el fomento de la creatividad se convierte en otra de las claves.
  3. La consolidación de un liderazgo compartido capaz de integrar las dimensiones estratégica y cultural de la empresa.

Resulta sorprendente que el éxito en la dirección de empresas es como el éxito en la vida personal: una cuestión de saber mantener los equilibrios necesarios.

La paradoja y la diversidad en la gestión empresarial no es sino un reflejo de lo que ocurre en la sociedad.

El mundo que nos ha tocado vivir es, ciertamente, paradójico, pero también diverso, y esa diversidad no es sino el reflejo de un problema que está en la raíz de la propia sociedad contemporánea.

La empresa no puede ser ajena a lo que la sociedad de la que forma parte siente, desea, espera; al contrario, debe interiorizar esos valores y acomodar su comportamiento a los mismos para dar a sus stakeholders justo lo que éstos demandan, en un equilibrio de intereses que impida caer en el error de pensar que ha de satisfacerse a uno solo de ellos (los accionistas). La empresa debe esforzarse por sintonizar con los valores sociales imperantes, y ésta es precisamente la razón por la cual se puede afirmar que el futuro también vendrá marcado por la exigencia de responsabilidades éticas.

(*) Resumen del Artículo Publicado por AECA