"Año del Bicentenario, de la consolidación de nuestra Independencia, y de la conmemoración de las heroicas batallas de Junín y Ayacucho"

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Contabilidad Pública

Incertidumbre y Coberturas

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CPC Robert Hidalgo Espinoza

Como relata Tucídides, historia de aproximadamente 500 años antes de Cristo, el 70 por ciento de la vida de los hombres es ocupada por la incertidumbre. No sabemos cómo Pericles llegó a esa conclusión, pues se trata del relato de su discurso en la Historia de las Guerras del Peloponeso; sin embargo, cada vez más la evolución humana nos demuestra que por más coberturas y ciencia que tengamos, siempre, la incertidumbre abre una especie de lluvia de peligros que ni los mismos “administradores de riesgos” alcanzan a imaginar, pero que ante la disyuntiva de abandonarse a la suerte o al destino, crean instrumentos que, por lo menos en materia financiera, sin evitar la real y dura siniestralidad, reparten las pérdidas entre los agentes económicos.

Contablemente este reparto de pérdidas funciona cuando los instrumentos financieros usados responden oportunamente a la realidad económica (del mercado) donde el valor razonable (fair value) sólo puede resultar significativo si es equivalente al valor de cambio. Ignorar esto, ya lo sabemos, ha costado caro a la profesión contable. Los instrumentos financieros como los forwards, futuros, swaps, opciones y las combinaciones o derivaciones que surgen entre éstos, están a disposición de todos aquellos que deseen coberturar los riesgos de tasas de interés, tipos de cambio y valores de bienes, papeles y monedas. Esta es una realidad y, su contabilización no puede manejarse fuera del balance, ni dejar de contarse su propósito, lo ocurrido, lo previsible y su efecto en los flujos de efectivo. De lo contrario, como en el pasado reciente y presente, los negocios pueden convertirse en especulaciones puras sin respaldo económico real, sin que nadie lo note, hasta el momento de no poder pagar las deudas por las pérdidas no reconocidas.

El inversionista tiene el derecho de conocer o ser informado hasta dónde está apostando, para lo cual no basta que sepa que está invirtiendo en nuevos negocios de riesgo o en la bolsa de valores. Es necesario la compatibilización de los rendimientos esperados con el nivel de riesgo que se asume. Tal racionalidad sólo es posible cuando estamos seguros que se comunica la realidad. Entonces, ¿Quién tiene la responsabilidad profesional de llegar al público inversionista con el menú real que quiere servirse? ¿Los banqueros de inversión, los Chief Executive Officers (CEOS), el management, los consultores financieros, las clasificadoras de riesgo, las entidades supervisoras, etc?. Posiblemente, algunos o todos ellos, pero antes que aquéllos, le toca preparar el menú al profesional contador público, porque ese es el papel que le dio la sociedad: preparar la información financiera de las posibilidades de inversión con ingredientes reales que son constitutivos de la incertidumbre vivencial, que sólo podría ser acometida con real independencia y sentido ético.

Ahora que los políticos norteamericanos se aprestan a fijar nuevas reglas contables, financieras, declaraciones, revelaciones necesarias (disclosures) y multas, y duplicar las penas, para aquellos que presentan y convalidan situaciones al margen de la realidad económica, ¿no es hora que la profesión se sacuda y vaya a la búsqueda de la libertad y la verdad, que fueron eclipsadas en las últimas décadas por la concentración del poder económico?.

No son los políticos los que van a poner orden en la economía de las empresas cuando cada lobby tiene nombre propio e inclina la balanza del contador y auditor a favor del poder. Serán los contadores que aún aman a la verdad y equidad, los que enmienden sus propias fallas y omisiones, y contribuyan a desenmarañar la complejidad del juego del dinero ajeno, donde es imprescindible conocer al hombre económico, al prudente coberturado, al emprendedor, al especulador y al jugador temerario. Cada uno tiene su rol social y es menester reconocerlos como diferentes por sus acciones, pues cambian rápidamente de apariencia, paradójicamente, muchas veces, ayudados por las estructuras imperantes.

El contador público sabe de aquéllos y puede identificar el papel que cada uno desempeña en las finanzas y la economía global. Y aún, cuando la existencia humana siga dominada por la incertidumbre, el reconocimiento en los estados financieros de lo qué es la realidad y los propósitos de cada entidad y sus hombres, con total independencia y máxima publicidad, será la mejor cobertura posible de riesgo.